En memoria de mi abuela... Cipriano y Servero regresaban en sus caballos tras haber vendido una parte de su ganado, ya que por la falta de lluvias en aquel pueblito las cosechas se habían estropeado y no habría mucha ganancia ese año, así que a falta de dinero lo único que les quedaba era vender algunos de sus animalitos del ganado, que sus padres habían dejado antes de morir; por desgracia eso no alcanzaría para cubrir todos los gastos, pues un pedazo del techo de aquella casita hecha de adobe, barro y piedras, que su padre y algunos otros hombres del pueblo construyeron, ya estaba demasiado gastado. En algún momento, Cipriano y Servero con esos sueños de juventud que todos llegamos a tener, pensaron en irse a probar suerte a la ciudad, cambiar la vida de campo, por ser obreros en alguna fábrica. En el pueblo, los que se iban a trabajar a la capital y regresaban normalmente llegaban con suficiente dinero para comprar animales o para comprar algún terrenito y sembrar, también contaban que los Michua así se habían hecho de su fortuna y por eso eran dueños de casi medio pueblo, pero Cipriano y Servero no eran tan valientes como para irse, ya que su padre siempre les decía que jamás saldrían de ahí, pues ese era su lugar, que ahí tendrían que quedarse siempre y que esos sueños de salir sólo se quedarían en eso, en sueños. Tras la mala racha por la que estaban pasando al ser dos jóvenes sin experiencia en ninguna otra cosa más que en el campo, sin recursos y con tan malas cosechas, Cipriano y Servero decidieron vender la última cabra que les quedaba, pero tendrían que emprender un viaje muy largo pues tenían llevarla pasando el monte al otro pueblo; un amigo les había contado que ahí pagarían mejor por ella. Era el mes de octubre y ellos muy temprano decidieron ir a donde pensaron que les pagarían mejor, para mínimo subsistir unos meses más, al final del día, su amigo tenía razón y les habían pagado más, ambos muy felices por el buen trueque montaron sus caballos y dispuestos a volver a su pueblo, pese a que una anciana les dijo que en esas fechas no era recomendable que dos jovencitos anduvieran vagando por el monte solos, que mejor buscaran una posada donde pasar la noche, para que de esta forma los espíritus que andan vagando por esas fechas no los lastimaran, Cipriano y Servero sólo la miraron y le dijeron que no pasaba nada, que estarían bien y que conocían el camino. Durante un tiempo todo andaba bien, ambos venían pensando en qué podrían hacer, si su sueño siempre había sido salir de ese pueblo y que, al ya no estar sus padres, podían cambiar el rumbo de su destino e intentar algo nuevo, fue entonces cuando Servero dijo: -¿Tú conoces este camino?, creo que dimos una vuelta mal. Cipriano dijo: -Es verdad, probablemente si avanzamos un poco más encontraremos la forma de regresar. Y tras avanzar durante unas horas llegaron a un punto en el monte donde la sombra de la noche no dejaba ver nada y a pesar de que la luna estuviera llena y enorme, no alumbraba su camino, de pronto el viento soplo tan fuerte, tanto que comenzó a silbar, sus caballos se pusieron inquietos, empezaron a ser incontrolables y, de la nada, como si algo los asustara corrieron y Servero por poco se cae, pero Cipriano logró sostenerlo. Servero preguntó: -¿Dónde estamos? Cipriano le respondió: -No lo sé, creo que estamos perdidos y muy lejos de casa. Servero le dijo: -¿Escuchas? Se oye música, mira, a lo lejos se ve luz, probablemente puedan ayudarnos o encontremos posada. Caminaron hasta llegar a un camino donde se encontraba una peña, era la peña más grande que hubieran visto y justo al lado estaba una pulquería, lo cual era muy extraño ya que aproximadamente eran las 03:00 am y ellos nunca habían escuchado de ningún lugar a mitad de un camino sin nada más alrededor que campo, donde se reunieran personas a tan altas horas de la noche. Cipriano le dijo a Servero: -Esto es muy extraño, regresemos. Servero estaba impresionado con aquel lugar y con las señoritas que servían los tragos, él jamás había tenido novia, solo cuando tenía quince años se escribía cartas con Cleofás, pero un día su vecino se la robó para que fuera su mujer y ahí se acabó su amorío, así que le dijo a Cipriano: -entremos se ve que se divierten y jamás hemos estado en una pulquería, anda, hagámoslo-. Cipriano le dijo -no estoy tan seguro-, pero mientras le decía eso, Servero caminaba dispuesto a entrar y dijo: -Sólo serán unos minutos. Cipriano trató de agarrarlo del brazo para impedir que entrase, pero fue muy tarde, ya que en cuanto Servero entró, la peña grande que estaba al lado se recorrió como si tuviera vida propia y se cerró la entrada de aquella cantina. Cipriano no podía dar crédito a lo que veían sus ojos, cómo podía ser eso posible, trató de mover la peña, rodearla, golpearla para ver si se rompía algún fragmento, pero no tuvo éxito, esa noche se quedó en ese lugar esperando que volviera a abrirse, pese a que los caballos estaban inquietos, los tuvo que amarrar muy fuerte a un árbol para que no se escaparan. A la mañana siguiente una lagartija que caminaba sobre su cabeza lo despertó y como temía, la gran peña jamás cambió de posición, no supo qué hacer y se echó a llorar, Servero, su hermano, su único hermano, estaba desaparecido en ese lugar, entonces en su cólera pensó, ¿si regreso al pueblo y pido ayuda? Probablemente podemos rescatarlo, tomó los caballos y llego al pueblo, fue a la Comisaría y les contó lo ocurrido, entonces sus esperanzas de ver a su hermano de nuevo se acabaron, al darse cuenta de que no le creían y que, por el contrario, comenzaron a interrogarlo, ya que “seguro después de la venta, había matado a su hermano para quedarse con el dinero”, así que lo que hicieron fue meterlo en una celda hasta que confesara, pero al no tener confesión, lo dejaron ahí durante casi un año. Durante ese tiempo, Cipriano sólo le daba vueltas a lo que sucedió buscando una explicación a ese suceso extraño, justo un mes antes de que se cumpliera el año de la desaparición de su hermano, metieron en una celda que estaba a su lado al loco del pueblo, que había roto unas mesas en la pulquería del pueblo, con voz balbuceante le dijo: -Tú eres el famoso Cipriano, ¿el que asesinó a su hermano por plata? A lo que él le respondió: -Cómo puedes decir eso, yo les dije la verdad, se desapareció en una pulquería en el monte. El loco comenzó a reírse y le dijo: -Esa historia ya la había escuchado antes, cuando yo era niño, mi abuela contaba que en el mes de octubre casi cerca del día de todos los santos, hay puertas que se abren a las 03:00 am y en el monte aparece un camino y una peña enorme que al lado tiene una pulquería donde hay chicas hermosas, que llaman la atención de los viajeros o caminantes para atrapar sus almas, pero hay que tener cuidado, ya que si entras jamás saldrás, decía que es un lugar en donde no pasa el tiempo, pero tienes sólo una oportunidad, si perdiste a alguien en ese lugar, tienes que regresar el mismo día, a la misma hora y sobretodo encontrar su ubicación exacta y sin entrar, hacer que la persona que buscas salga antes de las 04:00 am, porque a esa hora se cierra la puerta y no vuelves a verla jamás, pero por ningún motivo entres ahí, o ninguno de los dos saldrá. Cipriano se quedó pasmado, un escalofrío recorrió su cuerpo, con lo que le había dicho aquel loco y en ese momento el loco se quedó dormido y por más que le hizo mil preguntas no se despertó, entonces Cipriano le dijo al comisario que tenía que decirle algo, que él daría su confesión con una condición, si el día exacto, a la hora exacta él iba y lo acompañaba al lugar de la desaparición con un grupo de cuatro hombres para buscar a su hermano y que si al pasar esa noche no lo encontraban, el daría una confesión y se resignaría a permanecer los días que le quedaban de vida en esa celda. El comisario aceptó al ver la seguridad del muchacho. El día llegó y cuatro hombres del pueblo, el comisario y Cipriano se prepararon para el viaje, buscaron y buscaron por el monte aquel lugar y las horas transcurrían, justo cuando faltaban treinta minutos para las 03:00 am ya habían caminado durante horas sin encontrar aquel lugar, Cipriano estaba por rendirse y comenzaba a dudar, cuando de pronto llegaron a un lugar donde la oscuridad de la noche era infinita, ni la luz de la luna podía alumbrar el camino que pisaban. De pronto, como aquella primera vez, sopló un fuerte viento, que silbaba, los caballos comenzaron a ponerse inquietos, los hombres que lo acompañaban comenzaron a tener miedo y hasta el propio comisario se puso un poco nervioso. Entonces los caballos comenzaron a correr y al tratar de atraparlos y calmarlos un hombre dijo: -¿Escuchan eso? Es música, a lo lejos. Todos buscaron de dónde provenía el sonido y vieron cerca una luz, Cipriano se apresuró a llegar a aquel lugar y, al llegar, todos estaban atónitos, no podían dar credibilidad a lo que sus ojos veían: ahí estaba justo como la había descrito Cipriano hace un año, la pulquería fantasmal, y les sorprendió más ver que efectivamente, en su interior se encontraba Servero, con una bebida en su mano, justo en la barra muy cerca de la puerta, fue entonces cuando desesperado, Cipriano le grito -¡Servero!-, él volteó y le dijo: -Dame unos minutos, ¡aún no tomo mi bebida! Mientras caminaba en dirección a la puerta, Cipriano estiró su mano y lo jaló para que saliera, lo abrazó mientras los hombres los miraban desconcertados, Servero le dijo: -¿Qué pasa?, ¡Si sólo llevo unos minutos ahí dentro, no ha pasado tanto tiempo! Cipriano con lágrimas en los ojos le dijo: -Hermano, ¡llevas en ese lugar un año! Servero no daba crédito a lo que le decían, de pronto el comisario se quedó observando a Servero y le dijo: -¿Qué es lo que tienes en tu mano? Cuando todos fijaron la vista en la mano de Servero, pudieron apreciar que lo que dentro de aquel lugar parecía un tarro lleno de pulque, en realidad era una canilla de un cadáver.
Beatriz
Febrero 2019
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